Redes.- En sus inicios, el pan de jengibre era más popular que las galletas que hoy conocemos. Este pan especiado se caracterizaba por su sabor a jengibre y por el uso de melaza como endulzante. Originario del norte de Europa, su receta llegó en el siglo X gracias a monjes que elaboraban este manjar en monasterios.
La tradición de este alimento se atribuye al monje armenio Gregorio de Nicópolis, quien en 992 llevó la receta a Francia y enseñó a los monjes locales a hornearlo. La masa original incluía agua de rosas, melaza, canela, jengibre y cardamomo.
Con el tiempo, el pan de jengibre se popularizó en ferias medievales, lo que permitió su expansión a países como Francia, Alemania y Bélgica. Poco a poco, la receta se adaptó y evolucionó, convirtiéndose en las galletas de jengibre que conocemos hoy.
Se atribuye a la reina Isabel I de Inglaterra la idea de dar forma de figuras humanas a las galletas de jengibre, las cuales eran ofrecidas a sus invitados en la corte. En Inglaterra, incluso surgió la tradición de que las mujeres jóvenes comieran estas figuras para encontrar marido.
Hoy en día, las galletas de jengibre son un símbolo de la Navidad, con formas de corazones, muñequitos o casitas que evocan villancicos y cenas decembrinas. Este dulce, elaborado con harina, jengibre, azúcar y canela, sigue siendo un favorito en todo el mundo y una tradición que nos encanta.