Internacional.- Aunque pueda parecer una de las tareas más complejas, aterrizar en Marte es, en realidad, la parte más sencilla del plan para colonizar el planeta rojo. Lo verdaderamente complicado es terraformarlo, acceder a sus reservas de agua y, eventualmente, convertirlo en un lugar habitable.
Marte es un planeta demasiado frío. Aunque posee grandes reservas de agua, estas permanecen atrapadas en forma de hielo debido a su temperatura media de -63 °C.
Estas condiciones extremas se deben principalmente a la pérdida de la mayor parte de su atmósfera. Actualmente, Marte conserva solo una fina capa de dióxido de carbono, un gas que no retiene eficazmente el calor. Por ello, los científicos han propuesto varias ideas para calentar su superficie, derretir sus reservas de agua y, en un futuro, hacerlo habitable.
Distintas ideas para calentar Marte
Uno de los primeros en considerar la «ingeniería planetaria» como una solución para adaptar Marte a condiciones más similares a las de la Tierra fue Carl Sagan. En 1973, publicó un artículo en la revista Science donde sugería transportar entre un millón y mil millones de toneladas de material de bajo albedo, una medida de la capacidad de una superficie para absorber radiación solar. Este material, depositado en los casquetes polares, podría acelerar el calentamiento del planeta en unas pocas décadas.
Sagan también planteó la posibilidad de introducir microorganismos o plantas capaces de realizar la fotosíntesis, con el objetivo de liberar oxígeno y aumentar los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera marciana. Sin embargo, en su época, esta idea era inviable debido a las limitaciones tecnológicas.
Con la llegada de Elon Musk y su proyecto de cohetes Starship, surgen nuevas oportunidades para avanzar en la colonización de Marte y convertir a la humanidad en una especie multiplanetaria. Musk propone detonar explosivos nucleares sobre los casquetes polares de Marte para liberar dióxido de carbono y vapor de agua, generando un efecto invernadero que aumentaría la temperatura y densificaría la atmósfera.
No obstante, esta idea enfrenta múltiples obstáculos. Además de los riesgos asociados con la construcción y lanzamiento de armas nucleares, la cantidad de CO2 almacenada en el hielo seco de los polos podría no ser suficiente para sostener un efecto invernadero prolongado.
Otras sugerencias, cada vez más arriesgadas
Otra propuesta, que parece sacada de la ciencia ficción, consiste en instalar espejos gigantes en la órbita marciana, con un diámetro aproximado de 250 kilómetros. Estos espejos reflejarían la luz solar hacia los polos para calentarlos y liberar los gases atrapados en el hielo. El desafío radica en fabricar y posicionar estructuras de unas 200 mil toneladas en el espacio, además de prever los efectos que estas podrían generar a largo plazo.
Recientemente, un estudio ha planteado el uso de aerosoles artificiales con nanopartículas de metales como aluminio y hierro, disponibles en Marte. Estas partículas serían liberadas en la atmósfera para dispersar la luz solar hacia la superficie, bloquear la radiación infrarroja y crear un efecto invernadero artificial.
Las soluciones biológicas también han ganado relevancia gracias a los avances en biotecnología. Algunas propuestas incluyen el envío de plantas u organismos genéticamente modificados capaces de sobrevivir en las extremas condiciones marcianas y producir oxígeno.
Sin embargo, este enfoque enfrenta desafíos adicionales, como desarrollar «superplantas» que puedan resistir un ambiente prácticamente sin atmósfera y crecer en un suelo pobre en nutrientes. Entre las especies más prometedoras se encuentra el musgo Syntrichia caninervis.
Otra idea sugiere introducir gases de efecto invernadero como el amoníaco. Aunque su producción en Marte requeriría una infraestructura masiva y sería un proceso extremadamente lento, de miles de años, este problema podría resolverse transportando el gas desde asteroides cercanos.
La propuesta más ambiciosa plantea la creación de un campo magnético artificial para proteger a Marte de la radiación solar y cósmica, factores que han erosionado su atmósfera durante millones de años.
Jim Green, científico de la NASA, sugirió instalar un imán gigante en el punto L1 de Lagrange, entre Marte y el Sol, para generar un campo magnético lo suficientemente potente como para proteger la atmósfera marciana. Aunque esta idea es completamente irrealizable con la tecnología actual, ofrece una visión fascinante del futuro.
La solución más probable
De todas estas propuestas, la de Sagan sigue siendo una de las más prácticas. Estudios recientes indican que reducir el albedo de Marte podría acelerar el calentamiento de su superficie en unas pocas décadas.
Aumentar la temperatura en más de 30 °C mediante el uso de materiales que impidan que la luz solar escape de la atmósfera permitiría derretir el hielo y posibilitar la existencia de agua líquida en la superficie del planeta rojo.