Internacional.- ¿Preparado para gastar (y recibir) una buena dosis de bromas? Puede que disfrutes como un niño el Día de los Inocentes que se celebra en Latinoamérica y España sin saber que, en el origen de esta celebración, lo que hay es una historia oscura de crueldad y muerte que nada tiene que ver con el humor, pero sí mucho con la inocencia.
Herodes, los Reyes Magos y el relato bíblico de una matanza cruel
El origen cristiano del Día de los Inocentes hay que buscarlo en el Evangelio de Mateo, uno de los libros del Nuevo Testamento en el que se relata la vida de Jesús.
Resulta que unos sabios provenientes de Oriente —a quienes posteriormente conoceríamos como los Reyes Magos— anunciaron que estaba por nacer el mesías que, según las profecías, llegaría a ser el rey de Israel. Y que tenían intención de ir a adorarlo.
Herodes el Grande —entonces rey de Judea por mandato del Imperio romano— les dijo que, cuando lo encontraran, le avisaran dónde estaba para poder ir él también a adorarlo. Sin embargo, en realidad lo que quería era matarlo, temeroso de poder perder su poder en manos de este bebé.
Luego de conocer y adorar a Jesús, advertidos por una revelación, los sabios decidieron no informar a Herodes. Y entonces «al darse cuenta Herodes de que había sido burlado por los magos, montó en cólera y mandó matar a todos los niños que había en Belén, en toda la comarca, de dos años para abajo, conforme al tiempo que había cuidadosamente averiguado de los magos», relata la Biblia.
(¿Qué pasó mientras tanto con Jesús? El relato bíblico dice que un ángel se le apareció a José en sueños y le dijo que huyera con el bebé y la madre a Egipto para evitar que Herodes lo matara).
Con el tiempo, los niños muertos por orden de Herodes en Belén se convirtieron en «Santos Inocentes» y mártires para los cristianos.
¿Cuántos eran? A lo largo de la historia se han manejado cifras completamente diferentes. La liturgia griega, por ejemplo, hablaba de la muerte de 14.000 varones, número que ascendía a 64.000 para los sirios y a 144.000 entre autores de la Edad Media, según la Enciclopedia Católica. Los autores modernos, no obstante, establecieron cifras muy inferiores que oscilan entre los seis y los 20, teniendo en cuenta que Belén era un pueblo pequeño.
(Cabe mencionar que el célebre historiador Flavio Josefo, una fuente clave de información sobre la época del nacimiento de Jesús, no mencionó en sus trabajos esta orden de Herodes, según la enciclopedia. Sin embargo, sí relató otras crueldades cometidas por él en el tramo final de su reinado).
¿Por qué el 28 de diciembre? El vínculo con la Navidad
La Iglesia latina, según la Enciclopedia Católica, instituyó la celebración en una fecha que no se conoce con exactitud pero que tuvo lugar entre finales del siglo IV y finales del siglo V. En otras palabras, la celebración de los Santos Inocentes tiene más de 1.500 años de historia.
La fecha del 28 de diciembre no está vinculada a los hechos narrados en la Biblia —donde no hay referencias cronológicas exactas— sino a la celebración de la Navidad.
El objetivo era que la conmemoración de los Santos Inocentes quedara enmarcada dentro de la «octava de Navidad», el período de ocho días en el que se celebra el nacimiento de Jesús, en el entendido de que los niños a los que Herodes mandó matar, para la visión cristiana, dieron su vida por el mesías.
«La Fiesta de los Locos»
Para la Edad Media, la celebración del Día de los Inocentes coincidía con un festival popular llamado «Fiesta de los Locos» en el que se elegían un papa u obispo de broma y en el que se parodiaban los rituales eclesiásticos, según la Enciclopedia Britannica.
En el marco del Día de los Inocentes «los padres abdicaban temporalmente de su autoridad» y «en conventos y monasterios, se permitía a las monjas y monjes más jóvenes actuar como abadesa y abad por un día», dice la Enciclopedia.
Las fiestas, que en su origen probablemente había sido una adaptación de la famosa Saturnalia del Imperio romano, se convirtieron en una «burla de la moral y el culto cristiano», explica la enciclopedia, que perduró hasta el siglo XVI pese a las sanciones de la Iglesia.