Redes.- Muchas personas adoptan a niños para hacer una familia y así cuidarlos que, por una u otra razón, buscan un techo y amor para crecer. Ana Carolina López Enríquez era una pequeña nacida en 1996 que fue puesta en adopción desde muy pequeña. Su madre biológica tenía VIH y su padre nunca se interesó por ella.
Efrén López Tarango, de 65 años, y Albertina Enríquez Ortegón, de 45, vieron en la menor una opción de formar un hogar, la adoptaron y la llevaron a su casa en Chihuahua. Pese a luchar para que la hija se sintiera acogida, Ana siempre tuvo resentimiento hacia sus hermanastros.
Es decir, un nueve de nueve. Y que, además, tenía signos de sadismo sexual, falta de empatía y remordimiento, y distanciamiento paulatino con sus padres. El agente Ochoa lo tiene claro: “Quien mató a estas personas no tenía alma”.
— 𝗵𝗲𝘆 𝗶𝘁❜𝘀 𝗔𝗻𝗱𝘆 👻 (@andy_whats) June 12, 2023
Carolina era vista como una chica tranquila, reservada, inteligente, aunque poco sociable, por eso se sorprendieron al enterarse que la adolescente mató y calcinó a sus padres. De acuerdo con diversos medios locales, la mujer buscó a su novio José Alberto Grajeda Batista, con el que llevaba pocos meses, para realizar el plan perfecto.
Mauro Alexis Gómez Zamarrón, un amigo de la pareja, apoyó en la planeación y se sumó a la estrategia. Ana quería cobrar la herencia de los adultos y así casarse con José Alberto. El viernes 3 de mayo de 2013, “Ana Carolina escondió a sus cómplices en la casa y cuando llamó a Albertina para que le ayudase en la cocina, Mauro aprovechó para estrangularla con un cable mientras la mujer perdía la vida mirando de frente a su hija. Acto seguido, le inyectaron tres jeringas de veneno para ratas en el pecho y en la yugular y escondieron el cuerpo hasta la llegada del padre”, mencionaron algunos informes.
“Yo quería amor y ellos solo lo compraban todo con dinero, pero nunca mostraban su cariño con humildad. Nadie va a entender lo que yo aguanté muchos años; no lo hice porque sí, tuve mis motivos”, explicó
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Carolina mató a Efrén López de la misma manera, después, llevó los cuerpos rumbo al Periférico Lombardo Toledano, de Chihuahua. Tras encontrar una zona baldía próxima al parque acuático Sapo Verde, arrojaron los cuerpos al suelo, los rociaron con gasolina y lanzaron una cerilla.
En la investigación de los hechos, José Alberto no pudo aguantar la presión y terminó confesando: “¡Ya no puedo más, necesito un psicólogo!”, pidió a los agentes. La acusada aseveró que no se arrepentía: “Sí y no. Sí porque ya no me voy a poder casar con mi novio. No, porque ya no aguantaba a mis papás. Yo quería amor y ellos solo lo compraban todo con dinero, pero nunca mostraban su cariño con humildad. Nadie va a entender lo que yo aguanté muchos años; no lo hice porque sí, tuve mis motivos”, explicó.