Las mejoras biológicas han sido posibles gracias a los avances tecnológicos. Recientemente, algunas de las novedades en esta área incluyen la capacidad de manejar las Vision Pro mediante un implante cerebral o los avances en Neuralink, la compañía de Elon Musk, que incluso permitirían volver a interactuar con videojuegos.
No obstante, también han ocurrido eventos trágicos, como el relacionado con una cantidad irrisoria de dinero: apenas 380 pesos. Según el portal TechSpot, Doug Straight perdió la capacidad de caminar después de que la compañía Lifeward se negara a reparar su exoesqueleto ReWalk, cuyo valor ascendía a casi dos millones de pesos, 1,932,157.50 pesos, para ser exactos.
El traje se dañó debido a un fallo en la conexión del cable del reloj que funcionaba como interfaz de control. Este problema podría haberse solucionado de manera sencilla y económica. Sin embargo, Lifeward rechazó realizar la reparación bajo el argumento de que el exoesqueleto era demasiado antiguo, ya que tenía más de diez años, para recibir mantenimiento.
De manera irónica, el cable defectuoso tenía un costo de apenas 380 pesos. A pesar de tratarse de una cantidad tan baja, la compañía decidió no realizar la reparación ni cobrar por la mano de obra necesaria.
Como destaca el medio, esta situación evidencia que las empresas suelen priorizar sus ganancias por encima de la salud, la moral o el bienestar de las personas. Además, Lifeward no permitía que talleres de reparación independientes tuvieran acceso a su tecnología, lo que dificultaba aún más arreglar el exoesqueleto.
La necesidad de un cambio en la perspectiva
Según Nathan Proctor, miembro de la organización US PIRG y del proyecto de derecho a la reparación, este caso representa una «pesadilla distópica». Los fabricantes de productos parecían considerar que su responsabilidad terminaba al entregar el producto al cliente, una postura que roza lo irresponsable.
Afortunadamente para Straight, logró reparar su exoesqueleto tras generar suficiente presión en redes sociales, lo que llevó a Lifeward a reconsiderar su decisión.
Sin embargo, esto deja en claro que no todas las personas contarán con la misma suerte. Por ello, es necesario un cambio en el paradigma moral de las empresas para evitar que situaciones como esta sigan ocurriendo.