Chihuahua, Chih.- La Navidad, una época llena de luces, villancicos y reuniones familiares, despierta la ilusión de millones. Sin embargo, para otros, esta festividad está lejos de ser mágica.
Según expertos en psicología, el rechazo hacia la Navidad tiene raíces profundas que van desde el estrés hasta experiencias personales dolorosas. Aquí analizamos las razones detrás de este fenómeno y cómo entenderlo mejor.
A medida que se acerca diciembre, los escaparates se llenan de decoraciones y las campañas publicitarias nos invitan a sumergirnos en el «espíritu navideño». Pero para quienes no comparten esta alegría, estas imágenes pueden intensificar emociones de ansiedad y rechazo.
Según el neurocientífico Diego Redolar, la Navidad a menudo exige decisiones rápidas y difíciles, como elegir el regalo perfecto, algo que sobrecarga nuestra corteza prefrontal, aumentando el estrés y la frustración.
«Cuando el cerebro carece de contexto o claridad para tomar decisiones, se ve forzado a trabajar en exceso, lo que genera ansiedad», señala Redolar, profesor en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
Además del estrés asociado a las compras y la organización de eventos, la Navidad suele ser un recordatorio emocionalmente complejo. La pérdida de un ser querido, rupturas familiares o experiencias traumáticas pasadas se intensifican durante estas fechas, haciendo que las celebraciones sean un reto emocional más que un motivo de alegría.
Sobreestimulación y presión social
La Navidad también trae consigo una sobrecarga sensorial: luces parpadeantes, música constante, multitudes en las tiendas y una insistente narrativa de felicidad. Para algunos, esta avalancha de estímulos resulta abrumadora.
El constante mensaje de que «deberíamos ser felices» puede generar un contraste doloroso para quienes no lo están, intensificando la sensación de desconexión.
La falta de propósito y el vacío emocional
No todas las personas encuentran un significado profundo en la Navidad. En muchos casos, el propósito emocional y espiritual de esta festividad puede desaparecer o nunca haber existido. Si alguien no comparte las creencias religiosas asociadas o no ha formado vínculos positivos con estas fechas, la Navidad puede sentirse como una obligación más que como una celebración.
Según los expertos, el desinterés también puede deberse a un vacío de sentido: cuando las tradiciones se perciben como superficiales o impuestas, el rechazo hacia ellas aumenta.
Entender, no juzgar
Es importante recordar que odiar la Navidad no significa ser una persona “amargada” o antisocial. Cada experiencia es única, y las emociones asociadas a estas fechas están profundamente influenciadas por factores personales.
Si bien la Navidad suele ser una época de unión, también es una oportunidad para practicar la empatía. Entender que no todos la experimentan de la misma manera nos permite tender puentes y crear un espacio donde cada uno pueda vivir estas fechas según sus necesidades y emociones.