Luis Alfredo Garavito, alias «La Bestia» y asesino de casi 200 niños en Colombia, murió este jueves en la Clínica Nueva Santo Tomás, le dijo a CNN una fuente del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario de Colombia (Inpec).
Según la fuente del Inpec, el deceso se debió a múltiples fallas de salud por enfermedades preexistentes que tenía Garavito.
Garavito cumplía una pena de 40 años de prisión en la cárcel de máxima seguridad en Valledupar, en el norte de Colombia, ha sido considerado desde el momento de su captura en 1999 como el peor asesino en serie del mundo. Se encargó de sembrar el horror en al menos 11 de los 32 departamentos del país, asesinando a 186 niños (incluyendo dos en Ecuador) y violando a 200, según él mismo lo confesó en 1999.
De Luis Alfredo a “La Bestia”
Luis Alfredo Garavito nació en 1957 como el primogénito de una familia que crecería con otros seis hijos en Génova, departamento del Quindío, en plena zona cafetera de Colombia. Su infancia, según lo que registró el escritor Harold Schechter en su libro The Serial Killer Files (Los archivos de asesinos en serie), estuvo marcada por el maltrato. Schechter explica que Garavito fue “sometido a golpizas brutales y constantes por su padre alcohólico” y “violado por dos vecinos adultos”. De ahí que haya crecido como una persona alcohólica y depresiva con tendencias suicidas.
A finales de los 80, empezó a cambiar de residencia, tras haber pasado por un centro de tratamiento psiquiátrico.
El engaño a sus víctimas
Desde la década de 1990, Garavito empezó a cometer sus crímenes. Atraía a sus víctimas haciéndose pasar por vendedor ambulante, monje, indigente, persona discapacitada o incluso representante de fundaciones falsas para ancianos y niños, con el objetivo de tener acceso a las escuelas, según lo informó en 1999 el entonces fiscal general del país, Alfonso Gómez Méndez, meses después de capturar a este hombre. “Esto no tiene precedentes en Colombia”, sostuvo el funcionario.
Schechter apunta a que “La Bestia” primero se ganaba la confianza de los niños, entre los 8 y 16 años, con su empatía, charla y a menudo comprándoles alcohol o dándoles algo de dinero. Después invitaba a los menores a dar un paseo por zonas rurales. “Cuando los niños empezaban a cansarse, Garavito lanzaba el ataque. Los amarraba con nylon, los violaba, mutilaba y después les cortaba la garganta o los decapitaba”, escribió el autor.
En 1999, el entonces fiscal Gómez Méndez en 1999 ratificó esta versión cuando habló del escabroso caso. “Los cuerpos fueron decapitados y mostraban señales de haber sido atados y mutilados”, sostuvo y agregó que Garavito antes bebía mucho y luego ataba a los niños. Los restos de sus víctimas se descubrieron en más de 60 lugares de Colombia. Y Garavito tenía un perfil claro: la mayoría eran hijos de vendedores ambulantes a los que sus padres descuidaron en algún momento en parques, semáforos o que pedían dinero en las calles. En pocas palabras, niños de bajos recursos, algunos de los cuales incluso vivían en la calle, según Schechter.
El crimen por el que atraparon a Garavito
Durante mucho tiempo, las autoridades de Colombia creyeron que esta ola de desapariciones y asesinatos de niños, en cuyos casos también tenían señales de abuso, correspondían a algún ritual satánico. Hasta noviembre de 1997 se descubrieron los restos de al menos dos docenas de niños en un barranco y en un lote cerca de Pereira, ciudad de la región central de cultivo de café. Ese hecho llevó a que las entidades investigadoras crearan un grupo de trabajo a nivel nacional que encontró similitudes entre los casos de todo el país.
Las autoridades dieron con su nombre y emitieron una orden de captura por el homicidio de un niño en la ciudad de Tunja, en el centro del país. Pero para ese momento, Garavito se movía frecuentemente de lugar y ya tenía un nuevo nombre: Bonifacio Morera Lizcano
¿Cómo lo encontraron entonces? Primero fue en la ciudad de Villavicencio, también en el centro del país. La Policía lo capturó en 1999 cuando intentó abusar de un menor. La Fiscalía ya venía intercambiando información con sus diferentes departamentos para actualizar los registros y estar alerta de cualquier hecho similar al del hallazgo de Pereira. Fue por esta razón que cuando compararon el registro fotográfico de Garavito y Morera, se dieron cuenta que era la misma persona. Para ese momento, Garavito era un vagabundo con un largo historial de enfermedades mentales.